"Un hombre puede ser un ingrediente crucial en un equipo, pero un hombre no puede hacer un equipo"
Karem Abdul-Jabbar
He querido redactar este artículo a raíz de la declaración de Cristiano Ronaldo en la que manifiesta que: "los abrazos y besitos del barsa no significan nada para mí". Pudiera entenderse este comentario por millones de seguidores como un alarde de que no es importante llevarse bien fuera del campo y realizar un buen partido, y no es la mejor forma de comunicar esta idea a los que están comenzando o ya viven inmersos en el mundo del deporte. No estoy de acuerdo y no es la mía una postura radical, ya que puedes ser un buen compañero y no necesariamente un amigo y aún así desempeñar tu rol correctamente, pero lo que no se puede negar es que si además de tener claros los objetivos comunes como compañero, das un paso más allá y creas vínculos más fuertes, el objetivo común estará más cerca, y esto es algo innegable en mi opinión.
La gran diferencia entre un simple grupo y un EQUIPO es que haya un objetivo común ligado al compromiso para lograrlo. Esta afirmación la digo convencido, y ya no se trata de la literatura que haya podido leer, es simplemente porque no conozco a ningún equipo que haya llegado a la cima sin "hacer piña", o para ser más técnico, sin haber trabajado su cohesión grupal.
La cohesión grupal no aparece porque sí, es un trabajo que desde el cuerpo técnico se estudia, valora y realiza para que los componentes del equipo tengan la mejor predisposición a aceptar y desempeñar su rol de la mejor forma posible estén en la grada, en el banquillo, o participando del juego.
Recientemente escuchamos al capitán del equipo de fútbol sala nacional referirse al título de Campeones de Europa (y ya van 7) aludiendo a que el éxito se ha obtenido porque 'el equipo ha sido como una gran familia', y con la familia se cena, se besa y se abraza. No es esta una declaracion baladí, sino algo que se escucha en cualquier categoría. Un ejemplo lo describe el recién ascendido Toledo a 2ªB en palabras de su capitán Pedro Diaz como "Este equipo sube porque hemos sido una piña", o el antiguo jugador del Lucena c.f. Javi Lara (ahora militando en el C.D. Tenerife) tras realizar el Lucena la mejor temporada de su historia (2011-2012). Este año tras su triste desaparición hizo el siguiente comentario: "¡Desaparece un equipo pero no un sentimiento!. ¡Siempre estarás en muchos corazones! ¡Aquel grupo de amigos fue feliz!". Estas declaraciones no son casuales, sino más bien fruto de un trabajo intenso por crear esa cohesión y de la predisposición de los deportistas, aprovechando para dejar claro que dicha cohesión no sólo se trabaja en el campo sino también fuera de el mismo.
Tampoco es casual que los Bulls de Michael Jordan ganaran anillos cuando el talento de Jordan traspasó su ambición personal para formar un ataque demoledor con Scottie Pippen (al que más tarde se unió Dennis Rodman) contando con la suma de todos y cada uno de los demás componentes de aquel equipo inolvidable. De no haber existido esa cohesión, Jordan probablemente habría recibido muchos premios individuales pero pocos como parte de un equipo.
No me puedo resistir a poner el ejemplo del Real Madrid de la décima, liderado por Ancelotti, precisamante él que tanto ha fomentado la unión del vestuario y que tan cercano ha sido con sus jugadores, al que por cierto abrazan y tratan con cariño nada más verlo. O el Barsa de Guardiola y Luis Enrique, donde las parrilladas, comidas y cenas son continúas. Cada vez son más los equipos que entienden que está filosofía de trabajo está más ligada al éxito, y yo como psicólogo me veo en la obligación de defenderla.
El contacto humano es más que necesario y es también en este espacio fuera del campo donde se trasciende de lo meramente deportivo para seguir sumando al objetivo común.
Y es que la cohesión no sólo funciona en el deporte. Las mejores empresas también lo utilizan. En las empresas más productivas, las cenas o convivencias fuera del espacio de trabajo son de lo más común, generando complicidad en sus trabajadores y afianzando ese vínculo tan necesario para un buen trabajo en equipo. Y en la empresa, como en el deporte, cuando la cohesión se ha trabajado, el compromiso tiende a ser máximo, entendiendo el deportista que ha de aplaudir a su compañero en el acierto pero también en el error para ayudar a reconducir la situación, que ha de abrazarlo tanto cuando acierte como cuando no sea su mejor partido, y que ha de besarlo no sólo cuando marque sino cuando sea sustituido en su puesto para seguir sumando al objetivo, porque al final, en un equipo, todo suma, y las cenas, los besos y los abrazos, también.
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